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01/11/21 5:00 PM

INTRODUCCIÓN

En la mayoría de los países, la población de edad mayor de 60 años se está incrementando más rápido que cualquier otro grupo; este aspecto, generado por el aumento de la esperanza de vida y por el descenso de la tasa de fecundidad así como por los avances en la atención médica, impone un reto para la sociedad y los sistemas de salud, ya que es en este período del ciclo de la vida cuando se presentan, en mayor medida, las enfermedades crónicas, causadas por el propio deterioro funcional y por las interacciones propias de las dolencias.

En el envejecimiento la persona atraviesa cambios fisiológicos, psicológicos y sociales importantes que pueden hacer que la dinámica cotidiana del adulto se altere, también aumenta la prevalencia de problemas ligados al estado nutricional, que van desde la desnutrición hasta el sobrepeso y la obesidad.

Por tal razón, la nutrición vista como el factor más influyente en la salud de las personas mayores debe ser un aspecto vital a tener en cuenta en la intervención por parte de toda persona que tenga contacto con adultos mayores, desde la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad que tienen su base en la modificación de hábitos y conductas para incorporar otras como: la realización de actividad física regular, disminución del consumo de alcohol o tabaco y la adopción de una dieta saludable adaptada a las necesidades propias del envejecimiento. Estas acciones deben ser parte de un tratamiento conjunto en el mantenimiento integral de la salud y control de las enfermedades crónicas, para proporcionar así una mejor calidad de vida al individuo en donde se pueda adaptar a su nueva condición.

 

Envejecimiento y nutrición

El incremento de la población de edad avanzada, generado entre otros aspectos por avances en la atención médica, representa un reto para los sistemas de salud, por la relación que tiene el envejecimiento con el deterioro de la salud y la alta prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles.

Los factores fisiológicos, psicológicos y sociales asociados al envejecimiento afectan la ingesta de alimentos, aspecto vital en la salud nutricional de la persona mayor, lo que aumenta la exposición a padecer desnutrición u obesidad. 

Algunos cambios fisiológicos propios del envejecimiento hacen que el metabolismo de los alimentos cambie y que sea necesario un aporte adecuado para mantener un equilibrio nutricional, para brindar una educación acertada que permita mejorar el bienestar de los mismos, además de asegurarse de que la persona mayor reciba atención centrada y adaptada a las necesidades individuales.

El disfrute de los alimentos se ve afectado por la disminución en el sentido del olfato y el gusto, el bulbo olfatorio disminuye su eficacia al igual que las papilas gustativas, lo que reduce el deseo de comer. Los hábitos alimentarios pueden cambiar debido a la dificultad para masticar a causa de la pérdida de piezas dentales o el mal estado de las mismas, por lo que se eligen alimentos fáciles de masticar y se resta importancia al valor nutricional.

La formación del bolo alimenticio se ve afectada por la xerostomía, y en asociación con la disminución de la actividad del esófago puede causar incomodidad para tragar. Se segrega menos ácido clorhídrico, pepsina y el pH del intestino cambia, favoreciendo el sobrecrecimiento de las células intestinales, que junto a el acortamiento de las vellosidades del intestino delgado dificultan la absorción de algunos minerales, vitaminas, proteínas y de otros elementos esenciales como el hierro, calcio y ácido fólico. El páncreas sufre una disminución de segregación de bicarbonato y enzimas que dan lugar a algunas de las intolerancias y problemas digestivos. El hígado reduce de tamaño y el flujo sanguíneo también es más escaso, por tanto disminuye su capacidad de desintoxicar el organismo, asociado el metabolismo de algunos alimentos y fármacos.

Adicional a los factores fisiológicos que serían parte del aspecto biológico (propios del organismo) existen otros no menos importantes que deben ser tenidos en cuenta y forman parte de las condiciones de estilo de vida de la persona (ajenos al organismo) y son: Factores culturales, prácticas alimentarias no saludables transmitidas de generación en generación y que marcan pautas de comportamiento arraigadas; Factores psicosociales, pérdida de motivación para cocinar para sí mismo y para los demás, fluctuaciones en el estado de ánimo influenciado por eventos de la vida, por ejemplo, duelo, cambios en las habilidades cognitivas y en la memoria para preparar las comidas y utilizar el equipo, baja autoestima y confianza en la preparación de alimentos, pobreza o recursos limitados, incapacidad para ir de compras y preparar su comida, reducido contacto social, soledad, demencia, necesidad de asistencia en el cuidado y depresión. La combinación de estos incrementa la vulnerabilidad en las personas mayores frente a la nutrición.

 

Desnutrición y obesidad en el envejecimiento

La nutrición es esencial para mantener el estado funcional y la calidad de vida en las personas mayores, sin embargo, representan el grupo con mayor riesgo de ingesta dietética inadecuada, debido a los cambios propios del envejecimiento a nivel fisiológico o psicosocial, así como el enfrentarse a enfermedades crónicas que pueden producir una modificación de conductas alimentarias, que influyen en la desnutrición u obesidad.

La desnutrición se define como la condición patológica resultante de una dieta insuficiente o mala asimilación de los alimentos, relacionada con pérdida de peso y masa muscular, disminución de la fuerza e inmunodeficiencia. A menudo es subestimada, pero su importancia es fundamental, ya que incrementa la morbilidad, la mortalidad, reingresos o mayor duración de la estancia hospitalaria y de los costos de la atención en salud. Factores sociales como la pobreza, la soledad, los bajos niveles de educación pueden afectar la disponibilidad de alimentos y, posteriormente, el estado nutricional; algunas condiciones médicas como diarrea, transpiración excesiva, hemorragia, insuficiencia renal e infección también pueden contribuir.

Dentro de los cuadros de desnutrición en la persona mayor, la deficiencia de micronutrientes como calcio, vitamina D, vitamina B12 y folato puede inducir a una disminución de reacción del sistema inmune y provocar un peligro para la vida, por estas razones, la valoración nutricional eficaz es la herramienta principal que debe utilizar enfermería para la identificación de los ancianos en riesgo de desnutrición, lo que daría el primer paso para prevenir o restaurar el estado nutricional y devolver la calidad de vida.

Por otro lado, la obesidad se define como el almacenamiento excesivo de grasa, se asocia con un elevado riesgo para la salud, conduce a una alta prevalencia de enfermedades crónicas, efectos metabólicos adversos sobre la presión arterial, los triglicéridos y la resistencia a la insulina, el riesgo de eventos cardiovasculares se incrementa con el acúmulo de grasa visceral y el riesgo de diabetes se duplica, la incidencia del deterioro cognitivo y la discapacidad aumentan, además se altera el equilibrio hormonal.

Las personas mayores que son obesos experimentan más limitaciones funcionales y dificultades para realizar las actividades de la vida diaria y esta condición se relaciona con el sedentarismo y la disminución de la capacidad funcional; esta situación constituye un círculo vicioso, ya que como consecuencia de la obesidad se producen dolor articular, reducción de la movilidad e intolerancia a la actividad, lo que hace más difícil la pérdida de peso.

La intervención más apropiada para el manejo de la obesidad es un asesoramiento dietético acompañado por actividad física, que beneficie la persona mayor con la pérdida de peso; se logran mejores resultados con una duración mayor a 3 meses en la que se realice ejercicio de 2 a 3 veces por semana.

 

Evaluación dietética

La evaluación dietética puede ayudar  a identificar las necesidades de las personas mayores. La detección precoz de aquellos que se encuentran en riesgo o que ya padecen desnutrición u obesidad permite restaurar tempranamente el estado nutricional y evitar la progresión de alteraciones, así como las consecuencias negativas que estas producen.

Las técnicas frecuentemente empleadas para realizar control del estado nutricional consideran el cálculo del IMC, evaluar las medidas antropométricas que incluyen peso, altura, mediciones de circunferencia de brazos, muslo medio, pantorrilla y cintura a nivel del ombligo.

En la actualidad el Mini Nutritional Assessment (MNA) es un instrumento diseñado y validado para realizar la valoración nutricional en pacientes geriátricos. Está compuesto por 18 preguntas agrupadas en 4 dimensiones: Medidas antropométricas (peso, altura y pérdida de peso), evaluación global (preguntas relacionadas con el estilo de vida, medicación y movilidad), cuestionario dietético (número de comidas, proteínas, frutas y verduras, consumo de líquidos y autonomía de alimentación), evaluación (autopercepción de salud y nutrición). Cada respuesta es evaluada según el número de puntos, máximo 30. La suma del puntaje de MNA distingue entre pacientes ancianos con estado nutricional adecuado > 24 puntos, con riesgo de desnutrición 17-23.5 puntos y malnutrición < 17 puntos.

En consecuencia, con lo expuesto anteriormente es evidente que la evaluación del estado nutricional en el adulto mayor no debe ser focalizada únicamente en la enfermedad crónica que padece, por el contrario, un sinnúmero de factores de tipo físico, psicológico, conductual y económico contribuyen tanto positiva como negativamente en los hábitos alimentarios.

La valoración nutricional es una herramienta por medio de la cual el profesional de enfermería logra prevenir, diagnosticar y educar al adulto con enfermedad crónica de manera integral e individualizada, así como tener en cuenta los múltiples aspectos que se derivan de la misma, e igualmente admitir que los hábitos alimentarios son un conjunto de acciones influenciadas por la cultura, el acceso económico y la conciencia sobre la enfermedad.

 

Necesidades dietéticas especiales para las personas mayores

El envejecimiento no modifica las necesidades nutricionales en la población adulta mayor, sin embargo, los cambios propios de este ocasionan que estas necesidades sean más difíciles de cumplir. Adicional a esto la evidencia afirma que una dieta incorrecta favorece el inicio de enfermedades crónicas no transmisibles, entre las que se destaca la obesidad y la desnutrición con su consecuente deterioro de la calidad de vida.

En lo referido por la literatura se han podido identificar algunos de los componentes indispensables en la dieta para la persona mayor, los cuales serán expuestos a continuación:

 

Líquidos

La ingesta diaria recomendada para los adultos mayores es de 30 ml/kg de peso aproximadamente. La hidratación es una de las necesidades de mayor importancia para la persona mayor debido a la reducción de la sensación de sed y el consumo de ciertos medicamentos como los diuréticos que alteran este equilibrio26. La enfermera debe sugerir al adulto mayor consumir pequeñas cantidades de agua, mínimo cada hora o 2h, para poder compensar el déficit de líquidos que pueda presentar, claro está que previo a esto debe conocer la historia clínica, para determinar la necesidad y la cantidad de la misma.

 

Fibra

El consumo de fibra entre las personas mayores es escaso en la mayoría de los casos, debido a una disminución de la ingesta de frutas y vegetales por distintos factores. Añadir fibra a la dieta se ha asociado con la disminución de grasa y azúcar en sangre, estimulación del peristaltismo y función gastrointestinal, y reducción de peso, ya que promueve la saciedad a niveles más bajos de calorías y lípidos26. Algunos de los alimentos en los que se encuentra la fibra son verduras, frutas, legumbres, cereales, tubérculos, raíces y plátano no procesados.

 

Reducción de sodio

Algunas condiciones de salud relacionadas con el envejecimiento como la presión arterial alta, el riesgo de accidente cerebrovascular, el crecimiento del lado izquierdo del corazón y la presencia de proteína en la orina, se ven contrarrestadas con una disminución en el consumo de sal/sodio. Para lograr dicha disminución es necesario conocer los alimentos que deben evitarse, los cuales son: enlatados, salchichas, jamón, sal de mesa, sal de ajo, queso, condimentos procesados, salsa de soya, papa fritas de paquete, galletas saladas y palomitas. Asimismo el personal de enfermería debe enseñar otras estrategias como son el uso de condimentos naturales que le permitan dar sabor a las comidas, para disminuir la ingesta de sodio, entre estos tenemos el ajo, cebolla, hierbas aromatizantes como la albahaca, tomillo, laurel, entre otras.

 

Reducción de azúcares

A causa de la disminución de producción de enzimas por parte del páncreas y por la reducción de los receptores de la insulina durante el envejecimiento, las personas mayores se hacen más propensos a la diabetes mellitus. En esta población el consumo de azúcar debe controlarse, y evitar los azúcares refinados presentes en pasteles, tortas y productos procesados; de igual forma se debe controlar el consumo de frutas dulces como el banano, la manzana, uvas, remolacha y zanahoria. Se debe favorecer el uso de endulzantes naturales como miel, panela, entre otros15.

 

Vitamina D

Las personas mayores se encuentran en riesgo de padecer deficiencias de vitamina D, por la exposición limitada a la luz solar y por una reducción de la capacidad de la piel para producir vitamina D; en contraste un tercio de los requerimientos de vitamina D se pueden obtener de la dieta si se incluyen los siguientes alimentos: salmón, productos de mar frescos, las sardinas o atún en aceite de oliva, el aceite de hígado de bacalao, los huevos, entre otros9. Los suplementos de vitamina D son para algunas personas la mejor fuente de obtención de esta, ya que muchos de los alimentos que la contienen no son parte de su dieta; la exposición solar no es recomendada por el ya establecido efecto carcinógeno de la radiación solar, el centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU., afirma que la piel sin protección expuesta a los rayos del sol por 15 min puede ser lesionada por los rayos ultravioleta.

La vitamina D es indispensable para promover la absorción de calcio, puesto que favorece la salud ósea; junto al calcio son los componentes más importantes en la dieta como protectores contra la osteoporosis. También tiene un papel que ayuda al funcionamiento del sistema inmunológico, la secreción de insulina, el funcionamiento del corazón, la regulación de la presión arterial y la función cerebral9.

 

Proteína, lípidos y antioxidantes

Aunque la proteína, los lípidos y los antioxidantes deben ser incluidos en la dieta de la persona mayor, la evidencia sigue siendo débil respecto a las recomendaciones específicas y los beneficios que estos nutrientes aportan en la salud nutricional de esta población.

 

CONCLUSIONES

Se debe realizar una dieta equilibrada dependiendo de las necesidades la persona mayor, de manera individual por especialistas en este rubro, Licenciados en nutrición o dietistas, jamás hacer caso de propagandas que prometan ser las ideales para todos.

 

Fuente: scielo.org

Elaboró:  Gustavo Galván


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